Consciencia situacional (parte I)
Arturo Mariscal "Nube Negra"
Colaborador E3A
No soy un gurú táctico, ni lo quiero ser porque como no salga bien la cosa … al final acabas siendo un ridículo penoso que sólo da lugar a bromas y risas; así que simplemente transmito con vosotros lo que he ido aprendiendo. Este tema es un ejemplo. Yo lo descubrí hace pocos años cuando encontré el término “situational awareness” (consciencia situacional) en varios textos yanquis mientras leía buscando respuestas relacionadas con el comportamiento en combate. Y, como se despertó en mí la curiosidad, pues me puse a investigar.
«No hay vergüenza en fallar. Para un guerrero, la única vergüenza es no intentarlo»
«Con el efecto túnel no llegamos a ver otro elemento en la escena del combate incluso estando cerca del centro del campo de visión, que lo tenemos fijado en el agresor.«
Obviamente, si no te documentas adecuadamente corres el riesgo de caer en un error (espero no equivocarme). Yo tengo un cuadernito donde voy copiando y anotando las cosas de interés que voy leyendo aquí y allá, y este texto lo voy a basar precisamente en esas anotaciones que están extraídas de la siguiente bibliografía cuya lectura recomiendo entre otras (por lo que se puede tomar como mis conclusiones o como un resumen):
-“Estudio sobre la reacción del policía ante el peligro y los enfrentamientos armados”, cuyo título anterior era “Informe 1/11. El agente de policía: reacción ante el peligro”. Publicado por la Asociación Profesional de Policías-ASOPOL y refrendado por el neurocientífico Dr. Carlos Belmonte Martínez.
-“En la línea de fuego. La realidad de los enfrentamientos armados”, de Ernesto Pérez Vera (Policía retirado por heridas en acto de servicio) y Fernando Pérez Pacho (psicólogo clínico).
-“Policías. Muerte en la calle”, de Ernesto Pérez Vera.
-“Sobre el combate”, del Teniente Coronel (ret.) Dave Grossman. Título original “On combat”.
-“Matar”, de Dave Grossman. Título original “On killing”.
-Diversos análisis y artículos referidos al ciclo OODA en el entorno de combate cercano, basados en el “OODA loop” del Coronel John Boyd, y en diversos autores nacionales y extranjeros.
-“Combate en Al Tarmiyah: lecciones aprendidas por las malas”. Artículo de título original “Al Tarmiyah firefigth: lessons learned the hard way”, del exMarine Paul Gardner; traducido por Jorge Tierno Rey.
-“Escanear y evaluar, manteniendo la consciencia de la situación”. Artículo de título original “Scan and Asses, maintaning situational awareness”, del exMarine y exPolicía Pat Rogers; traducido por Jorge Tierno Rey.
Al lío. Según la Real Academia Española podemos definir la “consciencia” como la capacidad del ser humano de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella, o también como el conocimiento inmediato o espontáneo que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones. Básicamente lo podemos resumir diciendo que la consciencia es tener conocimiento de uno mismo y de lo que nos rodea.
La “consciencia situacional” la definen como la capacidad de prestar atención en una situación simultáneamente a todo el conjunto de esa situación y a las diferentes partes de la misma.
Veamos la imagen que nos acompaña, que seguro que todavía no se entiende. Un águila y una cierva. Nada táctico. ¿O sí? Podría decir que puse un águila como podría haber puesto un león, un lobo o un perro. Igualmente en lugar de la cierva, podría ser una oveja, una cabra o un conejo. Qué tienen en común unos y otros y qué los diferencia …
El ciervo, la oveja, la cabra, el conejo, etc., son “la comida”. Su forma de sobrevivir se basa en estar permanentemente vigilantes, alerta. Si nos fijamos, sus ojos están situados más o menos lateralmente en su cabeza para permitirles una mayor vigilancia perimetral. El águila, el lobo, el león o el perro son depredadores, ellos se comen al ciervo. Sus ojos están centrados para tener una mayor agudeza visual y focalizar mejor su objetivo (la comida). Nosotros somos depredadores, nuestros ojos son frontales y nuestra visión periférica es más reducida que la de “nuestra comida”. Y más que se va a reducir como ya veremos.
Siguiendo con el águila, ¿cómo actúa el águila al cazar? ¿O el lobo? El águila da vueltas mientras vuela hasta que localiza su presa, entonces sus círculos son cada vez más pequeños hasta que se lanza contra ella. El lobo actúa parecido: localiza su víctima y se mueve hasta aislarla para atacarla; ambos desprecian lo que rodea “su comida”, se focalizan. Es funcionamiento primitivo.
No se puede entender la consciencia situacional sin saber qué le sucede al ser humano en estrés, ya que se ve afectado por el número de latidos que sube la presión arterial, la respiración que aporta un extra de oxígeno, las hormonas generadas, etc. ¿Qué nos ocurre cuando nos atacan y qué tiene que ver con la consciencia situacional? Lo resumo brevemente porque sabiendo cómo funciona nuestro cuerpo en esa situación somos capaces de entender lo que sucede y vemos la importancia de retomar esa consciencia situacional.
Hay que aclarar que cuando hablemos del “estrés de estar en combate” debemos pensar que no estamos hablando de un combate a larga distancia, donde el agresor casi no se distingue, donde no se le “humaniza” porque no se le asigna forma humana por la lejanía (no nos influye igual que estar de tú a tú). Estamos haciendo referencia a un combate a distancia inmediata, donde se ven los ojos del que agrede, se oye el ruido del puñetazo o el impacto del proyectil, donde se puede oler la sangre. Eso es lo que produce el estrés de combate al que me refiero.
Supongamos que somos atacados y nos debemos defender.
Cuando nos hayamos recuperado de la sorpresa inicial vamos a comenzar nuestra defensa. Van a ocurrir dos acciones conocidas por muchos de nosotros: notamos el pulso y una “sensación rara” que se traduce en hormigueo en los dedos, un ligero temblor, etc. El pulso es porque la presión arterial se eleva por el aumento del pulso; lo otro es la inyección de hormonas en el torrente sanguíneo. Una explicación un poco chapucera, pero nos vale.
Lo que sucede dependiendo del número de latidos por minuto (LPM) varia de una persona a otra: hay personas que van a funcionar controladas a 120 LPM y otras personas van a empezar a descontrolarse. Ya lo hemos leído muchas veces: primero se pierde la coordinación de las funciones motoras finas que son el uso de pequeños músculos que controlan la mano y dedos y permiten realizar tareas como escribir, abotonar, anudar, … montar el arma (pellizcando corredera), accionar palancas o botones (seguros, liberación de corredera, por ejemplo), etc.
Poco a poco, al subir las pulsaciones, se irá perdiendo la coordinación de las funciones motoras gruesas, que son las que controlan los grupos musculares grandes que se usan para correr, caminar, etc. Al final entramos en la supervivencia y solamente emplearíamos los músculos más básicos que nos van a permitir empujar, golpear, agarrar, etc. Sigue siendo una explicación chapucera, pero sigue valiendo.
Se ha aumentado el pulso porque el sistema nervioso quiere asegurarse que no falte el oxígeno que va a poner en funcionamiento la musculatura defensiva (un rollo de células y eso). Pero también se produce una vasoconstricción: los órganos que no van a participar físicamente en la huida o en la lucha (orejas o nariz, por ejemplo) pierden parte de la sangre y esa sangre se redistribuye hacia otras partes del cuerpo como piernas y brazos que sí van a intervenir en la lucha. El ojo es uno de los órganos que pierden riego sanguíneo con ocasión de la vasoconstricción cuando nos acercamos al estrés. Sigamos.
La cabeza se gira hacia la amenaza y el cuerpo se orienta hacia ella como haría cualquier animal amenazado y la visión se focaliza sobre ese peligro para localizarlo, situarlo y mantenerlo fijado (somos depredadores, como el águila y el lobo, recordemos). Habíamos comentado que el ojo perdía riego … Ahora vamos a responder a la pregunta de ¿por qué no vemos cuando estamos sometidos a un nivel de estrés grande?
Un musculo del ojo (ciliar de nombre) no recibe suficiente sangre y, al estar unido al cristalino (que es quien tiene la propiedad de enfocar según las distancias), no podrá cumplir su misión de ajuste. Las fuentes consultadas hablan de que la profundidad del campo visual se limita a no más de 1 ó 2 metros por detrás del objetivo y a 1 metro por delante o menos; y también se pierde la visión periférica, llamándose a esta situación “visión o efecto túnel”: nos hemos focalizado totalmente en el agresor.
Con el efecto túnel no llegamos a ver otro elemento en la escena del combate incluso estando cerca del centro del campo de visión, que lo tenemos fijado en el agresor.
También se afirma que durante los incidentes de estrés alto es muy probable que concentremos nuestra atención en la amenaza más directa en lugar de hacerlo sobre otras personas y objetos que se encuentren en la periferia de la visión (la escena del combate).
Podemos añadir que bajo el estrés de estar en combate nuestro cerebro tiene tendencia al ahorro, desconectando unos recursos y potenciando otros. En este asunto suele ganar el sentido de la vista y perder el auditivo (por eso hay que gritar): no se escucha porque no se puede fisiológicamente ya que se desactivan las áreas del cerebro responsables de la audición.
Resumiendo todo: te aíslas del mundo y solo estás pendiente del agresor. Básicamente, ibas tan tranquilo por el mundo admirando las maravillas de la obra del Señor (y del hombre: pajaritos que vuelan, arbolitos, los coches, la gente que se cruza contigo, etc.) y de buenas a primeras lo único que ves es al que ha intentado matarte tirado en el suelo. Y en esa situación puedes quedarte peligrosamente durante demasiado tiempo sin estar pendiente de otra cosa que no sea el agresor. Incluso cuando la lucha haya finalizado para ti sólo estáis tú y el agresor.
La ruptura con esa falta atención sobre el resto del mundo que nos rodea, el efecto túnel, etc. es necesaria para retomar la consciencia situacional, para volver a ser consciente de todo lo que nos rodea porque aparte de la señora Juana que está esperando el bus puede estar el amigo del agresor. Incluso puedo estar herido sin saberlo. Los autores dicen que un impacto en un brazo no duele instantáneamente, duele a los 10 minutos o así que es cuando se han pasado los efectos de la adrenalina. Y como hay vasoconstricción, lo mismo ni sangro.
La consciencia situacional permite recuperar el conocimiento de dónde se está, por dónde debe moverse uno, lo que se está haciendo y cómo se está haciendo, permite mantener la mente orientada en la acción y en todas las acciones que se necesiten llevar a cabo: recargar, solventar una interrupción, solicitar apoyos, ayudar al herido, etc.
A volver al mundo ayuda emplear técnicas de búsqueda y evaluación con las que se consigue la ruptura con esa abstracción del mundo, con el efecto túnel del enfrentamiento, con la falta atención sobre nosotros y el resto del mundo que nos rodea, etc. En otra nota se comentó la existencia de una “zona de manipulación” para realizar el manejo del arma en campo visual y por lo tanto también me ayuda a mantener la consciencia situacional.
Importante. Tampoco se trata de acabar el enfrentamiento y “ale, que vuelvo al mundo”. No. Es conveniente tratar de mantener la consciencia situacional antes, durante y después del enfrentamiento. Siempre hay que procurar estar consciente de lo que va sucediendo, por eso se deben tener técnicas sencillas que aseguren funcionamiento y que permitan sacarnos de la abstracción de la situación y traernos al mundo.
Y ojo, que esto no sólo sucede en un enfrentamiento con armas. Esta abstracción puede suceder en un accidente de tráfico por ejemplo, y no ser capaz de ver otro vehículo que se te abalanza encima mientras o de oírlo.
Y bueno, ya creo (y espero y deseo) que he sido capaz de explicar la deducción a la que he llegado sobre la consciencia situacional. Ojalá que se haya entendido; siento lo extenso. Ahora debo recuperar y reescribir un antiguo texto mío sobre esa técnica de búsqueda y evaluación para la siguiente nota corta.
Saludos.
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Excelente muchas gracias
Muy interesante.
EXCELENTE ARTICULO